En este trabajo se reflexiona sobre la diversidad sorda, la violencia de género y la comunicación, al discutir la necesidad de políticas lingüísticas inclusivas que permitan la adquisición y el desarrollo de la lengua de señas y su uso desde la primera infancia, en relación comunicativa intercultural que se origina entre una cultura oyente y una cultura sorda. Las mujeres sordas presentan mayor grado de ‘violencia obstétrica’, que involucra a los profesionales implicados en la atención directa de la salud sexual y reproductiva, en algunos casos por no contar el personal de salud con elementos comunicativos en lengua de señas básicos como resultado de una hegemonía dominante de la lengua oral. En este sentido se identifica el uso de un solo formato comunicativo, la lengua (oral), con procedimientos médicos no informados o en acciones sin puentes comunicativos, que revelan una restricción comunicativa para una plena información y conocimiento, necesarios en diferentes niveles de contextos sociales